domingo, 21 de octubre de 2012


 

Nada 

Ha pasado ya una semana desde que presenté el examen para ingresar a la Universidad y de que sufrí aquel  desmayo en el metro. Recuerdo que a la mañana  siguiente de esto, mi hermana les platicó a mi mamá y a mis demás hermanos lo que había  pasado. Ellos se sorprendieron al escuchar lo que me sucedió, y le cuestionaron a  mi madre por qué no les había dicho nada; y ni me había llevado al doctor  a que me revisara. Yo en otra habitación escucho  lo que dicen y pienso que exageran las cosas, o tal vez, sé que eso no es normal y trato de negarlo.

 
Después de una larga plática familiar, mi madre me advierte que no pasará de esta semana para que me revise un doctor. El Viernes por la tarde vamos juntos a  consulta con un medico particular.  En la sala de espera nos reímos, no si sea de nervios o sea una risa sincera. Cuando llega nuestro turno el doctor nos pide explicarle el motivo de nuestra visita; yo le digo mis síntomas y el me mira con un cara de preocupación.

 
Me  revisó como lo hace comúnmente: me tomó los signos vitales, ya sabes: presión arterial, temperatura, peso y el color de mi piel. Al terminar vuelve  a su lugar y recuerdo muy bien lo que le dice a mi mamá: Señora el estado de salud de su hijo no es el mejor, lo que más me preocupa, es que veo un grado de anemia muy alto. E incluso a mi parecer esto se debe a un problema renal; y  en mi particular punto de vista no serviría que le recetara un medicamento, lo que yo le recomiendo es que le realice un examen de sangre y lo lleve a un hospital.

 

La expresión de mi mamá en es momento cambio por completo;  ella demuestra preocupación y un poco de culpa. Al salir del consultorio trato de tranquilizarla, pero solo veo sus ojos llenos de llanto. Cuando llegamos a mi casa,  me siento cansado, o tal vez, eso es lo que quiero sentir; dejo a mi  mamá en la sala, le doy un beso en la frente  y me retiro a mi cuarto.


En mi habitación, pienso en lo que dijo el Doctor. A lo lejos escucho una conversación,  en la que hay llantos y gritos. Yo no quiero saber más de ese día cierro mis ojos y me duermo.


A la mañana siguiente, mi mamá me levanta para que salgamos  hacia un hospital. Me dice que consiguió una cita con un Doctor en el Hospital General, que tenemos que llegar  muy temprano. Cuando estamos en            el hospital, el Doctor nos pide que vayamos a los laboratorios, a que me realicen los estudios clínicos urgentes.  Después  de esperar los resultados el doctor dice las palabras que cambiaron totalmente mi vida.


“Su hijo tiene insuficiencia  renal, necesita un trasplante de riñón”

 

 

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